jueves, 17 de abril de 2008

¿Será o no será?



¿Ser o no ser? La gran pregunta de Shakespeare: tan corta, tan pobre, tan subjetiva. No es que le desperdicie, pero me encantaría dedicar esos ratos de ocio a preguntarme cosas así, cuestionarme de asuntos que quizás no podré responder. Cuestiones, pensamientos, dudas que deciden embarcarse una vez más en el vasto mar de lo incontestable.

En uno de esos momentos en el que lo más apacible es estar echado, en el que distraída caigo en la fastidiosa contemplación, me pierdo. Resuena aquella canción poderosa de la Quinta Estación; retumba y se queda el eco: "...con un montón de sueños rotos".

"Sueños...pa' que pares de llover, sueños..." Maná se llevó mis acotaciones. Camino sin mirar, ignoro a propósito, hablo por ahogar absurdas preocupaciones. Río para descargar, y bueno, sueño para olvidar. Aquí hago el STOP. Pero ya va, ¿de verdad sueño para olvidar? Creo que ahí me fui de barranco. ¿A quién engaño? Sueño para sentir que todo está bien, sueño para seguir pensando que todavía hay chance, sueño para convencerme de seguir marchando en la misma dirección. Sueño...sueño de nuevo, y una vez más, vuelvo a soñar.

Ilusiones que no pueden ser disimuladas. Expectativas que aguardan inquietas el resultado final. ¿Tanto cuesta? Ustedes díganme...la verdad, yo ni sé. Lo tajante funciona, pero hasta un cierto punto. ¿Después qué? ¿Digerir el calmante de la espera? En vez de calmar, atosiga hasta la asfixia. Mis preguntas, al estilo Sócrates, quizás sean más incoherentes y menos específicas: ¿Hasta cuándo verte sin poder mirarte?, ¿Otra vez en tus zapatos, acaso te has probado los míos?, ¿Tengo que ser fría para que te des cuenta?...Tú dime, necesito saberlo, antes que las dudas carcoman la paciencia y se venga abajo un mundo de esperanza.