Las puntadas en la frente me impedían seguir pensando. “Racional” y “Equilibrio”, dos palabras que continuaban atormentándome. Por más que las repitiera mentalmente, no lograba que se parecieran a mí. Iba sintiendo cómo mi imagen era el mejor antónimo para ambas expresiones.
Pero aquél día, unos números atrás en el calendario, desperté distinta. La tez blanca se contentó con los brochazos de colorete. Disimuladamente, todo adquirió armonía. Los pómulos eran para ese momento rosados y la alegría en mi sonrisa no se borraría ni con el transcurso de las horas.
Eso pensé ese día, cuando entre la brisa que acariciaba mis cabellos se me olvidó recordarte. Me alegró que por unos segundos se hubiese borrado su imagen, luego apareció nuevamente (era de esperarse), pero pude ver todo desde otro ángulo, como quien dice, “más fríamente”.
¿Creerle o no creerle? He allí mi gran dilema. Así fui deshojando la margarita hasta que de tantas dudas la dejé sin pétalos. Pero, ¿por qué dudar de esta realidad? A fin de cuentas ¿Qué es real? Somos nosotros quienes le conferimos sentido a las cosas, porque vivimos en el parapeto de un mundo absurdo.
Él es real, si saben de quien les hablo. Sus caricias frías siempre recorren progresivamente mi rostro y el de muchas otras. No me molesto en detenerle porque no quiero hacerle enojar. Los escalofríos se producen en honor a su nombre. Es el viento, que esparce las memorias entre los rincones.
Es el viento que se lleva su imagen y vuelve a golpearme con un recuerdo aún más vivo. Es el viento quien sabe cuándo le olvido y cuándo le pienso. Es el viento el que siente lo que yo padezco.
Pero aquél día, unos números atrás en el calendario, desperté distinta. La tez blanca se contentó con los brochazos de colorete. Disimuladamente, todo adquirió armonía. Los pómulos eran para ese momento rosados y la alegría en mi sonrisa no se borraría ni con el transcurso de las horas.
Eso pensé ese día, cuando entre la brisa que acariciaba mis cabellos se me olvidó recordarte. Me alegró que por unos segundos se hubiese borrado su imagen, luego apareció nuevamente (era de esperarse), pero pude ver todo desde otro ángulo, como quien dice, “más fríamente”.
¿Creerle o no creerle? He allí mi gran dilema. Así fui deshojando la margarita hasta que de tantas dudas la dejé sin pétalos. Pero, ¿por qué dudar de esta realidad? A fin de cuentas ¿Qué es real? Somos nosotros quienes le conferimos sentido a las cosas, porque vivimos en el parapeto de un mundo absurdo.
Él es real, si saben de quien les hablo. Sus caricias frías siempre recorren progresivamente mi rostro y el de muchas otras. No me molesto en detenerle porque no quiero hacerle enojar. Los escalofríos se producen en honor a su nombre. Es el viento, que esparce las memorias entre los rincones.
Es el viento que se lleva su imagen y vuelve a golpearme con un recuerdo aún más vivo. Es el viento quien sabe cuándo le olvido y cuándo le pienso. Es el viento el que siente lo que yo padezco.