lunes, 10 de octubre de 2011

Más

Primera premisa: el carajo es un imbécil. No se requieren de muchas explicaciones cuando su naturaleza pareciera oponerse a la conversación fluida y amena. Pobre, no pidió nacer ácido. Lástima, me cansé de hacer el papel de la mujer comprensiva.

Y sí, no voy a negarlo, envidio su tranquilidad. La habilidad, que parece ser masculina, de disfrutarse los momentos. De vivir siendo ajenos. De no terminar de cruzar la línea que nos divide como desconocidos. Extraños. Eso somos, aunque no debería hablar en plural porque tu y yo es igual a dos representantes bastante distintos del género singular. 

A esperar en vano. Debo repetirme esa frase antes de despertar. No hay expectativas, porque así me ahorro la desilusión. Continúo en blanco, "cumpliendo", por así decirlo, con las tareas del día. Ocupaciones que buscan llenar los vacíos de ti, que distraen la ansiedad que atormenta mis neuronas.

No vas a aparecer. No vas a estar. No habrá felicitación especial. No habrá un detalle sorpresa. Y las negaciones me marcan el cuerpo entero, me dejan postrada. Estoy tan cansada de esperar por nada. 

Es útil sentirme autorrealizada cuando apareces, con un mensaje casual que denote poca preocupación. Pero no basta, porque quedé aferrada a momentos que me regalaste y no podrás superar. Está bien, todo va igual. A fin de cuentas era mejor que te aburrieras ahora a condenarte con el trato apático por ser insípido. 

"Nos" faltó algo. Allí me incluyo, porque fuimos 2. Más que un uno compartido. Fuimos más. 

miércoles, 5 de octubre de 2011

Vacío

No quiero seguir esperando excepciones. Siempre hay algo atractivo en dejarse engañar, sobre todo si se pueden tener motivos suficientes para abandonar. Aún y cuando ni siquiera intentamos darle un comienzo.

Contigo, pronunciando tres sílabas que suenan armónicamente. Y así se iba el tiempo, en un encender y apagar de luces. Pero las horas se desbordaban en un maremoto sin fin, pareciera que se extendieran y me hicieran presa de una espera interminable.

Me sobran pensamientos, no se detienen mis quejas. El descanso que anhelaba, ahora me aburre. Y en esa apatía me dejo sumergir, de a ratos intentando, sin éxito alguno, salir a flote.

Quiero volver a los trenes, a inventar las anécdotas de aquellos desconocidos que compartían sus horas de traslado. Quiero regresar a los amores fugaces, a la intensidad del minuto a minuto. Pero ya es tarde, queda agradecer (sintiéndome malagradecida) la dicha de conocer otros mundos.

Y me sostengo con fuerzas a esa salida casual. Desarmo la noche y vuelvo a reconstruirla por retazos. Sorpréndeme. Invéntate otros recorridos. No quiero desencantarme, no quiero dejarme arrebatar el poquito entusiasmo que guardaba.

Aparécete, así tan de repente que parezca mentira que estuvieses allí.