sábado, 8 de agosto de 2009

¿Qué título pondrías?

Allí están otra vez los pequeños semicírculos morados. Allí está de nuevo esa mirada apagada que refleja la inestabilidad del clima. Ayer llovió, lo recuerdo claramente. La neblina quiso envolverme a mí también, y persuasivamente logró permear mi visibilidad hasta que caí dormida.

Aún luchando por despertar, oía las gotas caer. Sentía cómo mis preocupaciones golpeaban el suelo al ritmo del agua. Escuché el silencio, ese sonido que sólo trae la lluvia. Pensé en él y quise abrir los ojos, pero no luché y permanecí inmóvil.

El brassier azul tirado sobre el cubre cama, la ropa lavada y seca que aún no he colgado en el clóset, los zarcillos sobre la peinadora. Es evidente que en el cuarto estuvo Soledad, coqueta y original. El celular yace entre las almohadas, sin aviso de haber recibido algún mensaje.

Felizmente sola, o más bien, ¿resignadamente sin compañía? No duele, no afecta y no desanima. El vacío se habrá llenado con comida o con simples palabras que por sílabas ocupan un espacio en el buzón. Las gotas protestan ante lo que voy pensando y me piden que a su compás me levante a escribir.

Me rehúso nuevamente a dejar interrumpir el sueño cargado de interrogantes. No escribiré porque la belleza es aquello que es placentero a los sentidos y ya las frases que describen cómo me siento dejaron de ser atractivas. El atractivo es ahora el look cansado que porto con frescura.

Temporada en la que uso el cabello sin peinar, poco maquillaje y mucha sonrisa. Apariencia natural, no del todo bella, pero sí para él. Allí es cuando no entiendo por qué trago grueso para decirle lo que siento. Por eso tampoco escribo, porque aunque lo haga y él lo lea, no podrá entenderlo. Más bien, no podrá entenderme.

Alguien me preguntó una vez, “¿es tan difícil decir te quiero?”. En su momento respondí que no, pero veo que ahora necesito un curso para confesar en el anonimato que me parece poco necesario decirlo. ¿Cuánto vale un te quiero? ¿Una mirada, un abrazo, una noche compartida a distancia?

No podré medirlo, así como tampoco puedo medir lo que siento. Hechos, tangibles y hasta risueños de dejarse comprobar. Sólo eso valida un te quiero.

La neblina no ha querido disiparse. La mirada entrecerrada de ella, la que escribe, tampoco. Por hoy el cielo ganó, sólo por hoy se salió con la suya.