lunes, 28 de septiembre de 2009

El regreso sin salir del aeropuerto


"¡Gracias por volar con nosotros!", eso fue lo último que escuché. Aterricé pero no conseguí la puerta de desembarque. En mi demora, me perdí por el aeropuerto. Todavía no he llegado a la sección de reclamo de equipaje.

Me llamó la atención ver a un señor que parecía estar buscando a alguien. Caminaba por las interminables puertas corredizas que recibían a los pasajeros. Sostenía un cartel, que logré leer con dificultad. En letras de molde negras estaba escrito "Mujer Maravilla". Percibí con curiosidad que me seguía en mi recorrido sin rumbo.

Me detuve con mi pesado bolso de mano y le pregunte: "Disculpe, tengo la impresión de que me está persiguiendo. ¿A quién busca?". Traté de ser lo más educada posible, pero la sonrisa que me devolvió me produjo escalofríos. Se congeló por un rato haciendo la mueca y me respondió: "Estoy esperando por usted. Pienso regresarla a su cotidianidad".

Allí pensé rápido y me dije mentalmente, "o salgo corriendo ahora o no me salvaré". Con el cansancio en los músculos que mantuve en posición tensa mientras viajaba de un lugar a otro, corrí lo más rápido que tuve. Y mientras veía atrás, observé cómo el hombre se sentó tranquilamente con la misma sonrisa frívola.

La realidad se sentó pasivamente a esperarme. Pero yo no quería regresar. Ese cartel que no sale de mi cabeza. Qué absurdo ser perfeccionista sabiendo que la perfección no existe. La etiqueta está allí: "mujer maravilla". Ja! Patético caso diría el conductor del programa "Ocurrió Así".

Y sigo compitiéndome, sigo creyendo que puedo cargar con todo el peso del mundo. Sigo auto-convenciéndome de que todo estará bien. Busco en vano el mostrador para adquirir un boleto de regreso. Atrapada por voluntad propia en el aeropuerto. No quiero salir. No me obligen a salir.