viernes, 16 de marzo de 2012

No hay regreso

Ya no más "¿y si?", no más preguntas seguidas de tres puntos suspensivos que contienen incertidumbre. Está la seguridad de que el camino emprendido no tiene un desvío que permita volver a los mensajes matutinos, a los estimulantes sin efectos perjudiciales.

Terminé por encontrarle lo distinto a los recorridos matutinos que antes consideraba aburridos. Hace unos días venía una mamá de ventitantos llevando a su hijo por la mano, repasando la exposición que haría horas más tarde.

Siempre están las personas sentadas en ese muro de la fuente. No se detienen a mirar el agua correr. Están paralizados, a la espera de que el reloj siga su curso. El semáforo en rojo, comienzo a caminar y está la mirada que cruzo con ese extraño. Le cuento mi historia, pero no logramos leernos las pupilas. Siguen las manecillas corriendo y se acerca la hora para comenzar otro día de trabajo.

El vigilante bosteza. Habrá estado cumpliendo otro turno, en ese segundo empleo que le permite ganar un tanto más. Miro hacia arriba agradeciendo un día más, pidiendo nuevas horas de aprendizaje.

La línea para tomar el ascensor empieza a hacerse larga. Marco la tarjeta, ocho pasos hasta el ascensor. Se cierran las puertas de lo que pretende ser una "cabina express". Pienso en ti. Hago suposiciones de lo que puedes estar haciendo. Me cuestiono, interrogo, queriendo saber si me tienes en mente. No es así. Pero ya se detuvo el elevador. Halo la puerta de cristal y suspiro, un nuevo día sin ti.