jueves, 30 de abril de 2009

Sólo para decirte


Porque se dice lo que se siente. Dedicado a mi vido <3 jajajajaja ="D
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Escucho los primeros acordes de la guitarra. Y esta sensación de paz me va invadiendo, haciendo que cada músculo deje de contraerse. La música les dice que recuerden que hemos perdido las alas pero que aún podemos volar. Cierro los ojos porque creo que por esos instantes sí es posible que haya alguien indicado para mí.

Decisiones basadas en convicciones. Si a la final sabemos qué nos conviene, podemos decidirnos rápidamente. Pero, ¿por qué dejar que se nos acerque sólo lo correcto? De lo no tan correcto también se aprende, de los impulsos se alimenta la adrenalina. Por un momento puedo dejar que el corazón se acelere y pelee conmigo para salir corriendo.

Es lamentable no poder controlarlo todo, o al menos, no poder controlar lo que queremos. Quizás es que estaba destinado que te conociera, quizás es que tenías que haber llegado cuando las papilas gustativas estaban cansadas de probar tanta acidez.

No se me hace fácil escribir algo cuando es tan bonito, porque las palabras que pueda poner no explicarían suficientemente bien lo que siento. Gracias por iluminar el día, gracias por emocionarme con los detalles pequeños que tanto me encantan.

Sé que me restrinjo. Sé que sin aviso previo hago que te frenes cuando empiezas a disfrutar el viaje. Lo hago con intención porque no quiero que la travesía se nos haga pesada. Justo ahora, justo aquí, es mágico poder recordarte con los ojos abiertos. Duele la distancia, cuesta acallar los mandados del corazón que quiere ir a llamarte, pero por algo nos tocó así.

Gracias por ser ese alguien que me entiende o que al menos trata de hacerlo. Gracias por ser todo lo que esperaba en un chamo. Por encima de todo, gracias por aparecer, hubiese lamentado no conocer a alguien como tú.

sábado, 18 de abril de 2009

Credo


Creo en mis padres, fundadores de un hogar. Creo que todo ocurre por alguna razón, aunque a veces el motivo decida esconderse y permanecer en el anonimato. Creo que el azul del cielo es mágico, sobre todo cuando se deja matizar por la paleta de colores. Creo que sentarse en plaza cubierta tiene poderes curativos. He comprobado que tomar un café alivia las penas y ahoga los sufrimientos, al tiempo que se diluye el azúcar.


Creo que la amistad es uno de los mejores regalos que tenemos día a día. Creo que el chocolate y el helado reparan corazones rotos. Estoy segura de que no poder hacer una parada de mano. Creo que la música es la expresión de nuestro ser, sinfonías que se conjugan procreando sentimientos.


Creo en el sonido del viento, arrastrando consigo los recuerdos. Creo saber no estar del todo cuerda y además de ello, disfrutar al máximo mi locura. Estoy segura de no poder manejar una bicicleta, a menos que tenga rueditas de las pequeñas atrás.


Creo que bailando alineo mi ritmo con el movimiento del mundo, las ondulaciones espontáneas me devuelven alegría. Creo que reír es la mejor terapia y en una buena sesión se puede terminar literalmente drogado y feliz.


Creo en los besos cortos repetidos, que duran instantes fugaces y significan muchísimo. Creo firmemente en el amor como sentimiento, como palabra, como razón de ser. Pienso que soy más fuerte de lo que creo ser. Puedo perderme en el vasto manto azul oscuro, sobre todo si la noche regala también las estrellas.


Creo que los deseos se hacen realidad, sobre todo si cierras los ojos y haces tu pedido con mucha devoción. Sé que no canto nada bien. Me quejo de la soledad y disfruto plenamente estar sola la mayoría del tiempo. Creo que el tiempo es cruel, pero de vez en cuando tiene ataques de benevolencia y nos regala instantes irrecuperables.


Creo que las sonrisas son una de las mejores cosas gratis, sobre todo si recibimos una a cambio de la nuestra. Admiro los girasoles, que no se encandilan creciendo en dirección a los cálidos rayos del sol. Creo que con sólo una mirada se puede capturar toda la esencia de una persona. Creo que al llorar recuerdo que soy una de las chicas más sensibles que conozco, o creo conocer.

¡Qué mala leche!


Todos tenemos días de días, ¿no? Al menos eso creo, sólo que había olvidado cómo era levantarse de la cama con el pie izquierdo. La nubecita gris decidió fijarse en mí y perseguirme por todos lados. Quisiera contar con un lugar que sólo yo conociera y en el que fuera yo la única que pudiese refugiarse. Un lugar que no fueran los rincones de mi mente claro.

Debería ser un sitio en el medio de la nada, de esos puntitos en el mapa que ni nombre tienen. Llegaría allí y me sacudiría todos los pájaros de mal agüero. Y es que sinceramente, ¿se puede tener tan mala suerte? El carrito en el que me monté parece una orquesta sinfónica ambulante. Al tiempo que pisa todos los huecos en el asfalto, las ventanas mal colocadas resuenan quejumbrosas.

El bolígrafo común y corriente que uso para escribir desapareció en el mundo perdido de mi cartera. Mi polvo compacto se cansó de acariciar mi rostro y salió huyendo también. ¡Buena vaina, es un complot! No quiero escuchar las marginales frases onomatopéyicas: "¡Pssst!" y "Ssss Ssss", o aún peor, la más conocida de todas: "¡Mami, tu si estás bella!" Hoy todos los camioneros y mototaxistas se pusieron de acuerdo para joder un ratico.

Trato de suavizar el tumulto en mi frente, porque lo que falta es que por estar molesta se me marque la arruga en todo el centro de la cara. Mi alter ego no logra convencerme de relajarme. ¡Estoy ARRECHA pues! Y no, no es precisamente porque ando en mis días. Ni a eso puedo aferrarme para meter una buena excusa.

Pienso por enésima vez que tenía que haber tomado una siesta más larga. El mp3 en aleatorio y suena una de esas canciones, que por más pargo que suene, te recuerdan a él. Desearía llevar a cabo algún tipo de danza étnica o joropo (que incluya pisotear el piso, claro está) y acompañar los movimientos de gritos ahogados ("¡Sale coño e' m...Anda a fastidiarle la vida a alguien más!").

Mientras sigo considerando espantar a mis zamuros internos, caigo en cuenta que no he cambiado la canción. ¡Hay que ver que una es masoquista! Termino por tararear la letra, acompañando las notas con el dolor del puñal que seguía clavándome.

martes, 14 de abril de 2009

Nada es para siempre


Egoísmo, una de tantas de las flaquezas de la carne, más específicamente, una de tantas de mis debilidades humanas. No me justifico, pero como egoísta empedernida, tampoco tengo que darle explicaciones a nadie.

Sin darme cuenta, creo que el remedio ha llegado a mí antes de admitir que padezco de la enfermedad. Orgullosa al fin, no reconocería muchas cosas. Aunque sí tengo que dejar claro que últimamente he pensado que después de todo, quizá no sea tan egoísta.

Ya no me molesta compartir la luna contigo. Sería una calamidad de mi parte acapararla para mí sola. Lo que sí no comparto es mi soledad, porque ya me he acostumbrado a su roce y la tomo de la mano en mi caminar. Por ahora no duele, más bien, reconforta.

No puedo guardarte, por más que quiera hacerlo. Por eso dejo que vayas, aunque me cueste desprenderme. Porque si no te dejara ir, estaría limitándote. Estaría adueñándome de lo que eres y no es justo que otros no puedan admirarte.

Sí te pienso, no lo niego porque sería mentir. Estás en lo más mínimo, estás en los detalles que ni yo reconozco. Pero así he aprendido a tenerte, así he aprendido a aferrarme de a ratos.

¡Qué difícil entenderme! ¡Qué difícil comprenderte! Y qué divertido es creer inútilmente que alguno de los dos podrá descifrar al otro. Las ojeras se han vuelto accesorio indispensable para salir de casa, no me molesta que los ojos apagados saluden a todos al pasar.

Reflejada en el espejo recuerdo que te pensé en mi desvelo. Me río y sigo recogiendo los detalles, me los llevo a casa en una cesta. No dejo que escapen, porque ellos comprueban que hoy fue distinto al ayer. Me hacen ver que no sé de mi mañana, y a pesar de que me asuste no saberlo, es mejor así.

Porque hoy tal vez te quise, porque mañana quizá ya el sentimiento no sea tan fuerte. Te desvanecerás en un nuevo día, en el que la luna me saludará en su cuarto menguante. Allí, elegante y risueña me dirá con su sutil palidez que hoy he compartido contigo, que hoy te conocí y que nada es para siempre.