domingo, 26 de octubre de 2008

Gotas mágicas


Caen una a una. Poco a poco, mientras camino siento que en mi piel aterrizan las pequeñas gotas. Sólo subo la mirada al cielo, para que mis párpados cerrados sientan el agua caer. ¿Para qué llevar una sombrilla? Lo mejor de caminar bajo la lluvia, es ese sentimiento de libertad que se apodera de mí.

Lluvia, lluvia, lluvia. Hago que mis pasos sean más cortos, para que la caminata sea un poco más larga. Pierdo el sentido del tiempo. ¿Qué importan los minutos? Me pongo los audífonos y busco cantar "Invierno", tarareo "llueve afuera, llueve además está desierta la ciudad". Sonrío espontáneamente, porque esos instantes, estoy siendo bendecida. El agua pareciera llevarse esas cargas, y limpiarme, dejarme como recién bañada, pero de un rocío que no se encuentra en todas las regaderas.

No puedo entender por qué he escuchado que cuando llueve, es porque Dios está llorando. Pienso por el contrario que esa agua que cae del cielo, es mágica. Transparente y fría, devolviendo calma. Regalando una tranquilidad que nos permite bajar la velocidad. No se pierdan la oportunidad de asomarse por su ventana, y ver cómo cae la lluvia y escuchar el sonido de las gotas al tocar el suelo.

La tarea suena mucho mejor cuando puedes estar abrigado y con una taza de chocolate caliente en la mano. A pesar de los truenos, a pesar del caos, como dice la canción: "se cae el cielo y qué más da, tenemos nuestro mundo". Esa es mi dimensión, pocos la conocen y la han visitado. Allí no importa nada más.

Se me ha hecho un regalo del cielo, que la mayoría de las personas no saben aprovechar. He llegado a abrir los brazos, sin importarme que me vean. Es mi cura. Es mi calmante. Es el pedacito de magia que me regalan. Es uno de mis sonidos preferidos, oir el agua caer. Es la lluvia, tan poco, y tanto a la vez.