viernes, 20 de febrero de 2009

¿Quién me dice qué me pasa?


¿Será cierto? Caminando, abstraída como siempre, hago la matemática y sigo sin descifrar si es verdad que uno y uno es igual a tres. No me tilden de loca, vamos a estar claros que así estudien Ingeniería les queda la espinita de saber si existe ese tercero. A fin de cuentas, sigo recorriendo los cráteres de mi planeta porque para estas alturas no me encuentro ya en la Tierra.

Luego me pregunto por qué debiera de importarme el resultado de la suma. Si a esas vamos, yo no soy ni la primera, ni la segunda, ni la tercera de la ecuación. Jajajaja, ¡Qué cosas! Al rato mi mente vuela tratando de comprobar algo que me dijo alguien, algo que no me olvidará. Decía que tenía el don de escribir todo lo siento y era un regalo. Me quedé revoloteando sobre esa afirmación. La verdad es que a veces no sé si sea de ayuda. Ahora me la paso con un bolígrafo escribiendo donde pueda, donde sea. La agenda se está haciendo cada vez más profunda e indescifrable, y eso que por día solo caben unas 4 ó 5 oraciones.

No puede ser. ¿Será posible? El miedito acelera mi corazón al tiempo que se me ocurre pensar que estoy ilusionada. Diosito, ¿hasta cuándo hombre? Te pido todas las noches que trates de mandarme a ese alguien, al “elegido”, no que me mates a punta de ilusiones. Pero lamento confesarles, que ni siquiera puedo darles el nombre del susodicho porque ni yo sé de quién se trata. Antes de proseguir, les pido suma comprensión y sutileza si quieren volverme a decir que necesito terapia. Lo confieso, ya he asistido a dos y aún no me han recetado pastillitas para recuperar los tornillos.

Retomando, capaz sí se me vienen dos nombres a la cabeza pero no puedo asegurar que de verdad ya me estén haciendo sentir maripositas en el estómago. A todas estas, quizás estoy enamorada de un ‘sin nombre’. Me despierto sintiendo que ya han transcurrido muchas horas y no he podido brindarle al mundo una nueva sonrisa. Todo lo hago feliz, teniendo una extraña sensación de que estoy donde debería estar. Quiero usar colores pasteles, rojos fuertes y si no me voy por el blanco, ese que da paz, que te ilumina sea de noche o de día.

Quiero internarme a ver películas. A sentir cada una de esas historias. Ahora escribo cartas y vivo uno a uno cada párrafo. Porque aunque no estén dirigidas, ya he vivido esas anécdotas o al menos he soñado poder tenerlas. Los amores seguirán siendo no correspondidos, más bien, disimulados de mi parte. No trataré de aclarar las dudas porque no creo que tenga sentido hacer algo así. Me quedo con lo bonito, me quedo con lo verdadero. Quiero guardarme a mí misma en este momento. Quiero guardar las expresiones de las personas que me ven recorrer el pasillo con cara de tonta.

Ni me importa si hay o no hay vuelta atrás. Igual no estoy segura de qué me pasa. Sólo cierro los ojos; oigo la mañana, la tarde, la noche; canto sola. Camino dejando huellas aunque el ritmo sea más pausado. Un cosquilleo invade los brazos, mi cabello, la espalda y el cuello.