viernes, 6 de marzo de 2009


"Marta, detente tres segundos y escúchame por favor". Ella, terca e impaciente, seguía caminando de un lado a otro. Eso fue lo que le dijo mi amiga a su amiga Marta. Lo que les contaré es lo que le pasó a ella, la verdad es que yo no la conozco pero por las conversaciones que he tenido con mi amiga estoy enterada de su situación.

Espacios vacíos en una vida en la que el tiempo a veces no es suficiente para hacer todo lo que ella quiere. ¿Cómo podría ser ésto posible? Joven y talentosa, de esas personas que se rodean de gente. Es ella, todos saben su nombre, por todos es tratada.

Marta guarda en secreto su impotencia, la va digeriendo con tragos secos de agua a lo largo del día. Le digo a mi amiga que lo más probable es que en el agua diluya calmantes, ella responde que conoce a la chama y no sería capaz de vivir así. Entendí a qué se refería porque no era la primera vez que hablábamos de Marta.

Pasos decididos y orientados por una brújula que apunta en la dirección hacia el norte. Preocupaciones que alebrestan la marea y le complican el recorrido. Las oleadas de dolor las deposita en una alcancía, las va callando, las va guardando. Según ella, las ahorra para poder inventirlas en algo que ni entiendo. Lo que sí va despilfarrando son las miradas distantes, las regala a rostros desconocidos que se topan con ella en el asfalto. ¡Qué desperdicio!

La asfixia es su más fiel acompañante. Es de su respiración agitada de quien se despide todas las noches. "Hasta mañana", murmura, como esperando a escuchar alguna respuesta. Disimula que no le pegan los malos tratos, pero no puede esconder las lágrimas que se atiborran en sus ojos y los hacen parecer de un tono aún más claro.

'Indiferencia', palabra de clasificación grave que ni siquiera gesticula por temor a los efectos que pueda causarle pronunciar el término de cinco sílabas. Eso sí, le adornan con comentarios de esos que se refieren a su jovialidad, a su frescura, a que no le ha tocado aún, a que no es el indicado, a que seguro padece de algun problema de vista aquél que no se de cuenta de lo que ella siente.

Por eso es que la admiro. Porque dentro de su complejidad, Marta es muy sencilla. Me impresiona cómo disfruta la vida día a día. A pesar de que en silencio se regañe a sí misma y en más de una oportunidad al día, sus sonrisas no son ensayadas.

No he tenido la oportunidad de hablarle, pero si ustedes logran verla háganle llegar mi mensaje. Me da pena confesarle algo así a mi amiga, pero aunque no conozco a Marta, siento que ya la quiero. Eso es lo más importante que deberían decirle, no lo olviden. A fin de cuentas, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, ¿no?

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