Llegué en el abril de las hojas caídas. Pasé aduana
repitiendo mentalmente “no hagas de ésta una escena de película”. No volteé a
mirar lo que dejaba atrás. Me quedé con lo que le dije a mi hermana resonándome
en un eco interior. “Hasta que nos volvamos a ver, bebé”.
Una vuelta entera al sol ya ha transcurrido. Hoy ya volví a
calzarme las botas que tenía guardadas desde noviembre. Y es que estoy
cumpliendo un año en la tierra austral, a la que llegué entrado el otoño.
Un ciclo con más bajos que altos. Un año de interioridad en
el que me he sorprendido a mí misma. Descarté la bipolaridad y entendí lo que
es ser frágil, asumiendo la volatilidad de mis emociones. Complejo, pero a la
vez un aprendizaje que no para. Entre dedicarme tiempo a descifrar mi ecuación
interna con todas sus variables, traducir los chilenismos, comenzar a aplicar
términos locales, perderme varias veces y caminar en la dirección opuesta, así
transcurrió mi año de estreno como inmigrante.
Santiago, gracias por conquistarme de a poquito. No sé si es
por tener nombre masculino, pero día a día encuentro motivos para quedarme. Me
das razones pequeñas, que considero suficientes para auto-convencerme. Tu
cordillera no es mi Ávila y tus estaciones cambiantes son motivo de discusión
en nuestra relación de pareja. Pero con todo y eso, ganaste. Seguiré
contemplando con nostalgia tus montañas y abrigándome para sobrevivir tus
ataques de histeria climáticos. No te molestes. Ya llegué y es para quedarme.
Caracas, siempre Caracas. Te sueño todavía. Despierto con el
recuerdo mental de que estoy rodando por tus calles. Tu clima perfecto. Tu
gente bonita. A un año todavía me cuesta superar nuestra ruptura. Ese día que
decidí irme y llevé una maleta más pesada de melancolía y angustia que de ropa.
A todos los que comparten un viaje como el mío, a todos los
que se han sumado a mi recorrido. Gracias. Y seguimos, por la siguiente vuelta,
y las que vendrán.
1 comentario:
Caracas no se olvida, ni desaparece. Esa relación sigue ahí, silenciosa, a la espera. Puedes enamorarte de cuantas ciudades quieras y sentir en su acogida ese calorcito que sabe a hogar, pero Caracas es Caracas, y nos duele como una extremidad más.
Ese año que has vivido allí te ha ayudado a seguir creciendo, a seguir madurando, y dentro de lo bueno y lo malo, la experiencia, que es lo más valioso, y el aprendizaje, ahí quedan, serán tus marcas de guerra y a la vez tu marca de identidad.
Eres única Andre.
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